Miles de refugiados, vendedores ambulantes, indigentes y personas en precario están siendo puestos "fuera de juego" en Sudáfrica, con motivo del Mundial de fútbol. Este negocio omnipresente en los medios de incomunicación ha provocado que las autoridades sudafricanas hagan una "limpieza", poniendo fuera de la vista a personas que puedan estropear la imagen de este escaparate de estrellitas multi-millonarias, fanatismo por los colores de los diferentes equipos, turismo etílico-deportivo venido desde el norte y demás efectos considerados "deseables" de este macro-evento, sólo comparable a los Juegos Olímpicos en cuanto a derroche millonario y bombo mediático en el mundo de la industria deportiva.
Como cuenta Joan Canela, por todo el país hay miles de personas, sobre todo las más pobres, que han sido desplazadas por la construcción de infraestructuras directa o indirectamente relacionadas con el evento, que han visto cómo su forma de vida pasaba a ser criminalizada o que, como en el caso de los refugiados de la Catedral Metodista, sencillamente "molestaban". "Hace más de seis años que mantenemos nuestro programa de asistencia a refugiados e indigentes sudafricanos y no sólo nunca hemos tenido ningún problema, sino que hemos recibido numerosas muestras de apoyo por parte del Gobierno", explica el obispo Verryn, pero a medida que se acercaba el Mundial las cosas empezaron a cambiar. "Su argumento es que quieren reducir la inseguridad, ¿pero con esto están diciendo que los pobres son todos criminales? -se pregunta- En realidad lo que pretenden es esconder la pobreza como si fuera polvo que se barre bajo la alfombra. No quieren que el mundo conozca la verdadera Sudáfrica". "El Mundial se ha convertido en una excusa formidable para imponer planes de desarrollo de consecuencias desastrosas para los más vulnerables -cuenta Pat Horn, coordinadora de StreetNet, una red internacional de vendedores callejeros- y privatizar los centros de las grandes ciudades en beneficio de una economía globalizada que excluye a una mayoría de las personas humildes".
Hasta un periodista deportivo estadounidense, Dave Zirin, ha denunciado esta situación: "El Mundial se ha convertido en una excusa formidable para imponer planes de desarrollo de consecuencias desastrosas para los más vulnerables -cuenta Pat Horn, coordinadora de StreetNet, una red internacional de vendedores callejeros- y privatizar los centros de las grandes ciudades en beneficio de una economía globalizada que excluye a una mayoría de las personas humildes".
"El problema es que se ha hipotecado gran parte del presupuesto público en unas infraestructuras que refuerzan el modelo de desarrollo neoliberal en vez de centrarse en una apuesta social y sostenible -cuenta el profesor de economía de la Universidad de Kwa Zulu Natal, Patrick Bond- cuando no se han dedicado directamente a instalaciones totalmente inútiles como son los estadios, que en conjunto han costado 3.000 millones de rands [300 millones de euros]. Y éste es un dinero que ha salido de las partidas para agua potable, vivienda social, sanidad o educación".
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