viernes, 17 de febrero de 2012

La solución a la farsa del doping

Los cyborgs deberían ser el futuro del deporte, si tan importante es "el rendimiento".


La lucha contra el doping es una farsa. Como todo el mega-espectáculo deportivo, y más allá de este sub-producto, todo el mega-espectáculo de la “información” (propaganda o distracción) oficial.

El orgullo patrio anda herido estos días por la suspensión y retirada de premios a Alberto Contador y las burlas de un programa televisivo francés a personajes deportivos como Rafael Nadal, Gasol, Casillas y el propio Contador. El caso es que es evidente el dopaje del ciclista, como lo es el de todos los demás ciclistas, sean Contador o no. La imposibilidad de “luchar contra el doping” es evidente:

- Sólo se persiguen las sustancias catalogadas en determinada lista. La industria farmacéutica crea nuevas drogas o variantes de ellas constantemente, y pasan años hasta que estas pasan a estar oficialmente prohibidas. Por lo que sólo es perseguible el “doping anticuado”, por así decirlo. Por no hablar de las formas de enmascarar análisis, ya sea de forma sofisticada (otras sustancias químicas) o mediante procedimientos burdos, como el “cambiazo” de unas pruebas de orina o el soborno.

- El deportista que recurre al dopaje logra una gran ventaja sobre el que no, sobre todo en los deportes individuales, y esto es un negocio multi-millonario. Encima, el otro negocio implicado, la industria farmacéutica o “farmafia”, lo es mucho más aún. ¿Alguien se cree que cuatro pseudo-burócratas deportivos pueden enfrentarse al I+D de una de las industrias más importantes del mundo?

- Los deportistas delegan su responsabilidad en todos los aspectos de su carrera. Representantes, inversores (aunque sea en unos padres incluso más impresentables que ella misma, como Arantxa Sanchéz-Vicario), entrenadores, médicos... ninguno sabe lo que está tomando para mejorar su rendimiento, o más bien prefiere no saberlo.

Por lo tanto, sólo caben dos soluciones al hipócrita problema del dopaje. Una de ellas es la abolición de su prohibición: que cada uno se meta lo que su “equipo técnico” considere oportuno, sin controles de ningún tipo. Al fin y al cabo sólo se trata de un espectáculo consistente en logros como correr o nadar más rápido, levantar más peso, saltar más alto, dejar inconsciente antes al adversario o meter más pelotas entre unos palos o un aro. Precisamente nada especialmente relevante para la evolución o supervivencia de la especie, pero sí un negocio muy jugoso. Y un “entretenedor de masas” muy eficaz. Si el deporte viene a ser una “prensa rosa” destinada mayoritariamente a varones, la discusión pública sobre “qué droga se mete fulanito” o qué empresa farmacéutica dopa mejor daría un impulso al tema de conversación deportivo, y por ende al negocio-religión de masas. Los ciclistas podrían pincharse ante las cámaras antes de la salida, por ejemplo, imagen ideal para las portadas de revistas y diarios. Las muertes sospechosas ya no serían una tragedia fortuita, sino heroico fruto del abnegado cumplimiento del sagrado deber deportivo, más lejos, más fuerte, más alto, al precio que sea. Sin hipocresías ni chorradas.

La otra solución sería el fin del deporte como negocio y entretenedor oficial, su vuelta a un saludable, intrascendente y entretenido (para el que guste del juego en cuestión) o aburrido (para el que no) juego a través del ejercicio físico. Siendo amateur y sin ocupar la cabecera de los telediarios, sólo aquellos con verdadera vocación yonki y/o competitiva recurrirían al doping, comprometiendo su salud sin beneficio económico por medio, y en todo caso no tendría mayor importancia, sería una excéntrica opción individual. No haría ninguna falta perseguir nada, o más bien hacer como que se persigue. Por ahora, esta segunda opción parece menos probable todavía que la anterior.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Madrid celebrará los Juegos Olímpicos en 20.020... esperemos

En días anteriores se presentaba el logotipo de la candidatura olímpica de Madrid. Vamos, de la nueva, la de 2.020, tras los fracasos de las de 2.012 y 2.016. El horrendo logo, como han observado muchos internautas, parece poner 20.020 en lugar de 2.020:


Ya casi 1.500 feas banderolas y más de 700 farolas recuerdan a los madrileños este nuevo derroche absurdo, que algunos ingenuos creímos que no se volvería a producir tras los millones gastados en las anteriores candidaturas, tantos que de hecho no se sabe cuántos, como contamos aquí.

La infame casta política española, que por supuesto no tiene en cuenta el impacto económico negativo de organizar unos Juegos Olímpicos, no tiene empacho en seguir dilapidando los recursos públicos en banalidades egocéntricas y prebendas, precisamente cuando la crisis prefabricada por los poderes fácticos les lleva a destruir todas las conquistas sociales de los últimos siglos y la miseria se extiende entre la población. Casta cada vez más desvergonzada e impune, por lo que parece.

De todos modos, desde estas páginas confiamos en que la candidatura de Madrid 20.020 tenga éxito y el año 20.020 se celebren los Juegos Olímpicos en Madrid. Esto significaría, por ejemplo, que la humanidad sigue existiendo y los simpáticos muchachos del imperio anglo-sionista del que España es colonia, tan empeñados en destruir países enteros y conquistar el mundo, no han logrado acabar con la vida en la Tierra. Sin duda, sería una buena noticia, aunque quizá improbable. Eso sí, para Madrid 2.020, opinamos esto: