Hace poco Paul Craig Roberts* ejemplificaba "la quiebra de la moralidad occidental" con un símil deportivo:
"Por desgracia, la quiebra de la moralidad está demasiado extendida. Algunos equipos deportivos mantienen ahora una actitud de ganar a toda costa que incluyen intenciones deliberadas para perjudicar a los jugadores estrella de los equipos rivales. Para evitar todas estas controversias, vamos a ver el caso de las carreras de Fórmula Uno en las que velocidades de 300 kilómetros por hora son habituales.
Antes de 1988, hace 22 años, las muertes se debían a errores del conductor, fallos mecánicos del coche o diseño deficiente de los circuitos, todo lo cual implicaba riesgos de seguridad. El campeón del mundo Jackie Stewart hizo mucho por mejorar la seguridad de las pistas, tanto para los conductores como para los espectadores. Pero en 1988 todo cambió. Un piloto de élite, Ayrton Senna, empujó a otro, Alain Prost, contra un muro mientras rodaban a 190 kilómetros por hora. Según AutoWeek (30.8.2010), nunca se había visto nada parecido. “Los funcionarios no castigaron la acción de Senna aquel día en Portugal, con lo que dieron inicio a un cambio significativo en las carreras”. Lo que el gran Stirling Moss calificó de “conducción sucia” se convirtió en la norma.
Nigel Roebuck, en un artículo publicado en AutoWeek, señala que el campeón del mundo de 1996 Damon Hill manifestó que la táctica de Senna de ganar a cualquier precio “fue la responsable de un cambio fundamental en la ética del deporte.” Los pilotos comenzaron a usar “tácticas terroristas en la pista.” Damon Hill afirmó: “Tuve que abandonar enseguida las actitudes que había aprendido al frecuentar las carreras con mi padre [el doble campeón del mundo Graham Hill] y con gente como él al darme cuenta de que nadie ponía coto a los individuos capaces de intentar matarte con tal de poder ganar”.
Cuando se le preguntó sobre la ética de las modernas carreras de Fórmula Uno, el estadounidense campeón del mundo Phil Hill manifestó: “En mi época, hacer ese tipo de cosas era impensable. En primer lugar, considerábamos ciertas tácticas inaceptables".
En el clima moral occidental imperante, estampar a otro buen piloto contra un muro a 300 kilómetros por hora es sólo parte de la victoria. Michael Schumacher, nacido en enero de 1969, ha sido siete veces campeón del mundo, un récord sin igual. El 1 de agosto en el Gran Premio de Hungría, AutoWeek informa de que Schumacher intentó empujar a su ex compañero de Ferrari Rubens Barrichello contra la pared a una velocidad 300 kilómetros por hora.
Frente a este intento de asesinato, Schumacher dijo: “Esto es la Fórmula Uno. Todo el mundo sabe que yo no hago regalos”. Tampoco los hace el gobierno de Estados Unidos, ni los de otros Estados o regiones, ni el gobierno del Reino Unido, ni el de la Unión Europea."
Podemos suponer que cuando se crea el deporte moderno en el siglo XIX inspirado por el de la antigüedad, el nivel de corrupción, manipulación mediática, doping, amaños y demás lacras es mucho menor que el actual. En parte por no haber crecido hasta las gigantescas dimensiones actuales, pero en parte también por la lamentable deriva de los últimos tiempos, en los que parece volverse a los tiempos sangrientos de las colonizaciones de siglos pasados, la condiciones laborales decimonónicas o la Segunda Guerra Mundial. El negocio deportivo, ese curioso sub-producto de esta civilización omnipresente en los mass media, estaría también afectado por esta tendencia a la corrupción y la mentira.
* Paul Craig Roberts ha pasado de miembro del gobierno de Ronald Reagan y editor del Wall Street Journal a columnista habitual de páginas izquierdistas o de análisis geo-político independiente, como Counterpunch o Globalresearch. Una voz sumamente incómoda para el poder debido a su denuncia de los crímenes imperiales en Oriente Medio, la tomadura de pelo del 11-S y el falso terrorismo o el estado policial en USA.
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