Podríamos definir el deporte profesional como un espectáculo banal que es sobredimensionado hasta lo "importantísimo" por razones económicas y de distracción, "pan y circo". Si la mayoría de los presidentes de club de fútbol son potentados cuyos fines son la fama y el expolio y la mayoría de los políticos son oportunistas y vividores cuyos principales fines son el expolio y la fama, los políticos/directivos de fútbol como Jesús Gil, Juan Villar Mir o Joan Laporta serían potentados oportunistas aficionados al poder, el latrocinio y los juegos de pelota.
Podríamos definir la propaganda política como la manipulación de las emociones (como el nacionalismo) para promover determinados intereses. El mundo del fútbol también apela al nacionalismo/colores/tribalismo para sostener su negocio/distracción. ¿Qué mejor que unir la propaganda política con el fútbol? Y de paso, recurriendo a una de las técnicas publicitarias más efectivas, el erotismo. Tras la apoteosis del nacionalismo españolista y las hazañas de "La Roja", nos encontramos con el nacionalismo catalanista exhibiéndose (nunca mejor dicho) delante del Bernabéu. Nacional-futbolismo erótico-político de la mano de Laporta y Lapiedra, la última moda en la propaganda política.
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