viernes, 15 de julio de 2011

Algunas consideraciones acerca del lenguaje del periodismo deportivo

Últimamente se están sucediendo los envíos de nuestros insignes colaboradores ocasionales, hoy traemos un nuevo artículo de EL TARRY sobre el periodismo deportivo.



El argot o, mejor dicho, la jerga (ya que, a mi juicio, ni siquiera merece tal consideración) con que a menudo nos obsequia el periodismo deportivo merece ser estudiada y criticada.
No soy yo el más indicado para abordar con rigor tan ardua tarea, pero al menos permítaseme, modestamente, en mi calidad de asiduo lector, verter algunas consideraciones al respecto en este foro.

Para empezar, en las crónicas deportivas, sobre todo en las de fútbol, se da la curiosa paradoja de denostar, con toda la razón del mundo, las declaraciones pre y post partido de presidentes, entrenadores y jugadores que con tanta frecuencia incitan a la violencia, cuando son los propios periodistas los que, constantemente y sin ningún recato, están salpicando sus textos con palabras y expresiones “bélicas” tales como: Las “huestes” de ambos entrenadores “velan sus armas” ante la próxima contienda. La delantera rival es peligrosísima, con dos “puñales” por extremos (o “puntas de lanza”) y un delantero “letal” (o “con instinto asesino”). La defensa es un “bastión inexpugnable”.También hablan de la necesidad de ”matar el partido” (aludiendo a resolverlo definitivamente con uno o dos goles más) y podríamos seguir citando lindezas por el estilo, todas ellas cargadas de latente violencia. Al obstinarse en la metáfora bélica, como si ir a ver un partido fuese ir a la guerra, en lugar de apostar por la sana rivalidad deportiva y el fair play. Los contendientes en el deporte nunca deben ser enemigos sino simplemente rivales, sin más.

A este uso crispado del lenguaje hay que añadir el frecuente aplauso en las crónicas futbolísticas a ciertas acciones de sus protagonistas, los jugadores, totalmente antideportivas. Estamos cansados de leer exclamaciones de admiración por un jugador tales como, “¡qué delantero, qué listo es, cómo ha engañado al árbitro!", cuando el comentario oportuno y justo ante esas tretas debiera ser ¡qué tramposo es!, y seguidamente afear rotundamente tal conducta. Por cierto, que en materia de ensalzar el engaño hemos llegado a lo más alto del disparate, al calificar a un gol ilegal, claramente metido con la mano y repetido hasta la saciedad por las televisiones de medio mundo, como obra de “la mano de Dios”, en referencia a la excelsa extremidad de su autor, el mismísimo Maradona. Menos mal que, pese a tan desafortunada expresión, Dios queda exonerado de todo atisbo de complicidad con la trampa y el engaño, pues, tal como está el mundo hoy en día, es evidente que tendrá cosas mucho más serias de que ocuparse.

Naturalmente todas estas alabanzas al engaño, el fraude y la mentira, en definitiva, a la antideportividad, siempre se escriben por los cronistas de la localidad a que pertenece el equipo que las comete, lo cual nos lleva a otra lacra bastante frecuente del periodismo deportivo: La inadmisible parcialidad de sus opiniones.

Cada lunes periodístico nos desayunamos con crónicas futbolísticas tan descaradamente carentes de imparcialidad, que nos hacen pensar que el periodista de turno ha presenciado otro partido distinto al que nosotros hemos visto. El caso más reciente, por cierto, repetido en esta temporada no sé cuantas veces ya, es el de los clásicos R.Madrid.-Barcelona o Barcelona-R.Madrid. Pues bien, si leemos el Marca o el As en Madrid, y el Mundo Deportivo en Barcelona podremos comprobar, según la procedencia de la opinión, que, lo que para unos su equipo ha exhibido un excelente juego, para otros el acreedor a este mérito es el equipo contrario. La falta que para unos fue una entrada criminal, digna de la máxima sanción, para otros no existió, ni llegó a rozar al jugador. Las tarjetas rojas o amarillas, da igual, para unos fueron justísimas y merecedoras de expulsión, mientras que para otros todo lo contrario, coexistieron. Unos alaban la actuación del árbitro, mientras los otros la consideran nefasta y por tanto influyente (culpable) en el resultado. y así sucesivamente.
Es evidente que ninguna de esas opiniones enfrentadas y tan dispares, refleja con exactitud lo ocurrido en el campo, lo que el espectador imparcial ha presenciado. La realidad de los hechos suele ser el término medio entre tan distorsionadas versiones. Pero lo peor de este proceder es que el ejemplo cunde y la influencia de tales “maestros” del periodismo llega hasta los diarios regionales y locales, cuyas crónicas reflejan el mismo forofismo, por el equipo de su localidad, donde las rivalidades no por tratarse de equipos modestos, menos conocidos a nivel nacional, dejan de ser tan feroces o más que las de los grandes.

Todo esto, señores, degrada al verdadero periodismo deportivo que ha de ser, ante todo, reflejo fiel de la realidad, al margen de que, lógicamente, también le sea lícito verter su propia opinión, pero siempre sensata e imparcial.
Un simple espectador está en su derecho de ser un forofo de su equipo (allá él, aunque no sea la mejor forma de entender la pasión por el deporte), pero un periodista ¡nunca! Por encima de sus pasiones personales ha de estar siempre la ética de su profesionalidad.

Podríamos seguir insistiendo en otras perversiones del lenguaje con las que el periodismo deportivo castiga a nuestra bella lengua a diario; por ejemplo las palabras (más bien “palabros”, diría yo) que con frecuencia se inventa y con las que va engrosando la jerga de que hablábamos al principio.
Pero esa es otra historia, que esperamos tratar en la próxima colaboración en este simpático blog.

1 comentario:

Henry Stephen dijo...

Hay que fijarse en tonterías como "el primer disparo entre los tres palos fue gol". ¿?¿? ¡¡Hombre claro!! es que si un diparo NO va entre los tres palos y es gol. una de dos:

o/ o el árbitro está comprado por Villar.
b/ esto no es futbol, es parapsicología.

Yo llevo mucho tiempo analizando el lenguaje deportivo y te puedo decir que oscila entre

a/ LA NADA más absoluta
b/ La obviedad tan obvia que casi sería mejor callarse.

Y por supuesto, la gran mayor parte de todos los deportes son superfluos, poco interesantes para cualquier persona con más de una neurona y totalmente irrelevantes para la historia de la humanidad. Sin embargo, paradójicamente, se llevan una gran parte de los "informativos". Se ve que eso de cerrar las malas noticias con las historietas que pasan cuando el Caja Laboral derrota a un desmotivado Cai ayuda a relajar la mente de los subordinados sociales y les hace pensar que, pese a todos los problemas del mundo, hay un entorno amigable donde todo se dirime sobre una pista. Nadie muere, nadie sangra.

100% ANTITAURINO Y ANTIDEPORTIVO

No más panem et circensis!!!