El seleccionador del equipo de fútbol sala de Libia es el español Pablo Prieto. Según un diario internáutico, “el éxito de nuestro fútbol sala, a nivel de Liga y de selección, ha provocado que desde fuera se fijen en España. Libia quería a algún español para iniciar un proyecto con su 'futsal'. El país del norte de África es un ejemplo de que este deporte está creciendo a nivel informativo y económico en todo el mundo”. Parece que el fútbol sala se estaba haciendo popular en Libia. El cuerpo técnico al completo de la selección nacional de Libia es español, incluyendo al preparador físico, el fisioterapeuta y los segundos entrenadores. Todos han tenido que volver a España debido a la guerra. Prieto ha declarado, ante la pregunta de si esperaba que estallase el conflicto: “La verdad es que a todos nos ha cogido por sorpresa. Recuerdo cuando empezaron las revueltas en Túnez y Egipto y nosotros preguntamos a las personas de nuestra confianza si esto podía pasar en Libia… siempre nos dijeron que era "imposible, dado que en nuestro país, la gente está muy contenta con el régimen". Incluso antes del 17 de febrero, cuando todos los medios de comunicación decían que empezarían las revueltas en Libia, todos me repetían lo mismo: era imposible y no pasaría nada. A mí, personalmente, me han sorprendido muchísimo. Nunca pensé que podría suceder algo como así”.
A pesar del bombardeo informativo diario sobre deportes y gentes del deporte, no es precisamente previsible que este testimonio sea aireado en los mass media... las mentiras y la manipulación informativa sobre el caso libio están llegando a extremos grotescos (como en casi todo lo demás, por otra parte). Las opiniones de algunos analistas políticos, así como otros testimonios de españoles que han estado en Libia, resultan esclarecedoras, como se indica
aquí.
Entrevista a una española que vive en Libia.Su blog.Análisis:
acratasnew.blogspot.com/2011/03/unsc-organizes-libya-expoliation-el.htmldizdira.blogspot.com/2011/03/libia-revuelta-popular-nuevos-datos.html¿Quién comete las masacres? “G de gratis. Los libios lo tienen casi todo pagado. Cuando una pareja se casa, el Estado la provee de vivienda. Si desean irse a vivir cerca de los padres de él –es lo usual– o, si quieren una casa con determinadas condiciones, pueden quedarse el dinero equivalente y poner ellos la diferencia necesaria para comprar otra. Lo mismo ocurre con el coche. El que ofrece el Estado suele ser asiático y su valor ronda los 19.000 dinares (casi doce mil euros). Hay un importante mercado de coches de segunda mano: Mercedes, Volkswagen, Toyota. Muchos vienen de Suiza y parece que la etiqueta con la CH (Confederación Helvética) debe de ser un signo de distinción, porque nadie se molesta en quitarla. A veces tampoco se molestan en desenganchar la matrícula anterior sino que sobreponen la del país.
También son gratis la electricidad, el agua, la enseñanza y la sanidad. Los libios no pagan impuestos. Así que el sueldo medio, 400 dinares, equivalente a 240 euros, es más que suficiente. Ese sueldo llega a unos 1.300 dinares entre los médicos y a 1.800 dinares entre los catedráticos de universidad.”
“Los ciudadanos occidentales no saben que los libios tienen un sistema gratuito de atención y tratamiento de la salud, que los hospitales libios están dotados de los mejores equipos médicos del mundo; que la educación en Libia es gratuita; que los jóvenes con talento tienen la oportunidad de estudiar en el extranjero a costa del estado libio; que después de casarse, una pareja puede obtener más de 60.000 dinares (50.000 dólares) de ayuda financiera; que los precios de los coches son considerablemente más bajos que en Europa y el costo de la gasolina es de 18 centavos de dólar el litro (y el kilo de pan, de 4 centavos del dólar); que los libios tienen seguridad en el empleo y que su nivel educativo general es mucho mejor que en Arabia Saudí o que el de ciertos barrios de Londres o Nueva York... ¿Por qué debemos destruir el régimen del Coronel Gadaffi, entonces?
Porque Libia ha cometido un pecado gravísimo, capital: los créditos del Estado no devengan intereses, y muchas veces el principal del crédito se condona también. Imperdonable.”
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